sábado, 26 de febrero de 2011

¡a la mierda!



Si ilustres como Fernando Fernán Gómez o nuestro Labordeta hicieron famosa esta expresión cómo no la íbamos a gritar ahora con la que está cayendo.



La tercera edición del festival Buena Chen reivindicaba este grito para mandar a la mierda a todos los que han creado esta crisis que nos agobia a casi todos pero que han creado unos pocos, los cuales casi ninguno está agobiado, casi al contrario. Además en esta edición colaboraban con la Asociación para la recuperación de la memoria histórica de Aragón. También apoyaban otras causas rebeldes y solidarias, para que duren estos proyectos solidarios. Yo pensaba que ojalá no duren estos proyectos solidarios, pero porque ya no sean necesarios.


Así que esta mañana la plaza San Bruno estaba animada con el Teatro Arbolé, la Orquesta de Cámara del Bajo Aragón, Oregón TV y Ritmos de Resistencia (curioso mix, la verdad). Yo sólo he llegado a la batukada y a la orquesta de Alcañiz, pero la verdad es que había ambiente. Lo dicho, razones nos sobran.



Pero no eran sólo razones políticas, económicas o sociales las que me movían a ese grito colectivo. Yo llegaba también cargada, muy cargada con mis razones personales, como si alguien hubiera hurgado en mis sentimientos y en mis pensamientos y hubiera sacado de mi cerebro el grito ahogado que me acompaña en este largo mes de febrero. Llegaba cargada de “alamierdas” por mi trabajo, o más bien por su escasez tendente a ausencia. Llegaba cargada de “alamierdas” por Hacienda, ya os conté. Cargaba “alamierdas” por la sensación de que, mira que hay gente en el mundo y momentos en la vida y tienen que venir a mi oficina en este momento a intentar robar. Pero sobre todo cargaba “alamierdas” gordos y brillantes por una situación personal que me tiene abrumada y derribada, que ha borrado la sonrisa de mi cara y que me hace incluso plantearme si esta es la madre que necesitan mis hijos.

Y es que hay una frase que creía exiliada de mi diccionario personal que, sin embargo, ha vuelto con intención de instalarse: “No soy capaz”. Soy buena profesional, pero no soy capaz de mantener y mantenerme con mi actividad. No me siento capaz de sacar a mis hijos adelante con la alegría y dedicación que ellos se merecen. Y no soy capaz, una vez más, de cristalizar el amor que siento. Más bien al contrario, se vuelve a romper como el cristal que nunca ha sido. Una vez más. Me siento como un rey Midas a la inversa en esto del amor, que todo lo que toco, se convierte en barro. Y se deshace. Y me deshace.

Es entonces cuando vuelvo mi cara al río, grande y poderoso. Pedaleo en mi bici junto a él, a toda hostia, con paisaje, sin cunetas pero con orillas. Con el viento frío azotando mi cara. Y el río me acompaña, me mira -lo veo- y me llama:




River's Invitation
(P. Mayfield)

I've been all across the country
And I've stayed in every town
Because I'm trying to find my baby
But no one has seen her around
And you know which way I'm headed
If my baby can't be found

I spoke to the river
And the river spoke back to me
It said man you look so lonely
You look full of misery
And if you can't find your baby
Come and make your home with me

Well, I don't want to leave her
Because I know she's still alive
And someday I'm going to find her
And I'll take her for a ride
And we'll spend our days forever
In our home beneath the tide

Gracias, Blue Bayou por presentarme esta canción.


jueves, 17 de febrero de 2011

de dragones y espinos



Desde pequeña ya era distinta. Recuerdo que me llevaron a ver la película “La bella durmiente” cuando apenas tenía cuatro o cinco años y me impactó mucho. Después no hacía sino hojear y hojear el libro hasta que sus imágenes quedaron grabadas a fuego en mi memoria. No sabía hasta qué punto. Yo no quería ser la princesa que espera durmiendo a que llegue su príncipe a despertarla a la vida. No, yo no sirvo para eso. Yo quería ser el príncipe valeroso que con su espada de la verdad avanzaba por el bosque de espinos y se enfrentaba al dragón en el que se había convertido Maléfica. Y ahí sigo.

Desde pequeña ya era distinta. Desde siempre fui diferente, la bizquita, la zurdita, la chicazo, la poeta metida a ciencias, la geóloga metida a restauradora (o así), la rebelde, la independiente, la emprendedora, la autónoma, la impagada, la divorciada, la madre sola, la enamorada, la rechazada, la vuelta a enamorar, la vuelta a rechazar. La caída, la levantada... Elegí -o tomé- el lado difícil de la vida y estoy harta de partirme la cara con ella una y otra vez. Como el príncipe en el bosque de espinos.

No, la vida no me está resultando fácil. Debería sentirme afortunada por ello porque eso enriquece. Pero estoy cansada. Incluso muy cansada. Tengo la sensación de que mi vida, mi precaria vida, lo que he conseguido construir en estos años se vuelve a desmoronar. Me siento como un castillo de arena junto a la orilla del mar, erguido, con su foso de defensa, sus puertas y sus esbeltas torres con chorreritas de arena semilíquida y todo. Tan bonito. Hasta que llega una ola y lo empieza a horadar y llega otra y sigue el trabajo emprendido por la anterior. Y así, hasta que se derrumba y tan sólo queda un pequeño montón de arena informe. Y vuelta a empezar, pala en ristre, a construir. Hasta la próxima ola. O el próximo dragón.

Mi penúltimo dragón se llama Hacienda. Del último no hablo porque decidió salir de mi vida. Hace pocos días saltó la noticia de que la Agencia Tributaria iba a ir contra los profesionales que metían excesivos gastos y mostraban signos exteriores de riqueza no acordes con sus ingresos declarados. A pesar de que mi coche tiene casi once años, conmigo ya ha ido entrenando. Yo soy una de esos profesionales autónomos. Además, y sobre todo, soy madre, madre que cuida y ama a sus hijos y pretende educarlos con responsabilidad. Ello pasa por pasar tiempo, tiempo de calidad con ellos. No eché hijos al mundo para que los críe otra persona. Y por ello elegí trabajar parte de mi jornada desde casa, entreverando mis deberes con los suyos. Además tengo un local donde tengo instalado el laboratorio que ni me cabe en casa ni puedo tenerlo habiendo niños. En definitiva trabajo en ambos sitios en un intento de conciliar mi vida laboral y familiar.

Pero además trabajo en restauración de monumentos. Y, aunque me llevo muestras a mi laboratorio, creo que a la gente le sabe mal que desmonte sus catedrales y me las lleve a casa para no tener que desplazarme a trabajar. Además, el local –y también mi casa- es pequeño y no me caben. De manera que no me queda más remedio que desplazarme hasta donde estén, lo cual conlleva tener que coger el coche y, muchas veces, más de las que me gustaría a mí, comer fuera. Bien es cierto que cuando he tenido suerte de trabajar en mi ciudad he procurado echarme la mochila al hombro e ir en bicicleta, más barato, sano y respetuoso con el medioambiente.

Pues bien, para la Agencia Tributaria todos estos argumentos no valen. Y considera que estoy defraudando al meter los gastos de desplazamiento y manutención cuando voy a una obra o cuando meto los gastos de luz e Internet por trabajar parte de mi jornada en casa, mientras cuido a mis niños y mando informes en pdf.

Y de esta manera, me reclama una cantidad que no soy capaz de pagar, porque, estamos en crisis y el trabajo ha flojeado. A mí nadie me da ayudas por pérdidas de beneficios, nadie me convoca a Moncloa a pedirme mi opinión para buscar soluciones para la crisis. De mí sólo se acuerda el gobierno para exprimirme un poco más y así poder ayudar a esos grandes empresarios que nos han llevado a la crisis. Y tengo que pagar más por trabajar.


No estoy por la labor, no me quedaré de brazos cruzados. Voy a seguir luchando contra el dragón, en los tribunales, por aquello que considero justo y veraz. No me quedaré dormida esperando a mi príncipe. Ése nunca llega. Nunca se quedan junto a las mujeres diferentes.

viernes, 11 de febrero de 2011

robin hood 2.0


Un buen amigo me envío el otro día este enlace: http://www.intermonoxfam.org/es/page.asp?id=3801 Es curioso, porque yo hacía tiempo que empezaba a pensar que en la situación actual sería necesario una actualización de Robin Hood. Y esta gente de intermon oxfam, una de las ong’s más serias que conozco y en la que colabora este amigo ha tenido la misma idea y han lanzado esta campaña.

Es verdad, la crisis la causan unos y las pagamos los demás por partida doble, con nuestro trabajo o carencia de él y con nuestros impuestos para rescatar a esos que han causado la crisis. ¿Y a nosotros? ¿Quién nos rescata a nosotros? Os copio una carta que publiqué hace más de dos años en algún medio de comunicación y que sigue tan vigente (salvo lo del Cachuli, que encima ése, con lo que ha robado, ya está en libertad, condicional, pero libertad):

Disculpen un momento.

Disculpen un momento si no entiendo nada, pero es que yo no soy experta en economía. Sé lo justito para sobrevivir y que no me engañen demasiado. Y ése es el problema.

Estamos rodeados por la crisis. Abrumados por la crisis. Levantas una piedra y hay crisis debajo. Todo es crisis. Y como todo es crisis, todo vale. O no.

Durante años hemos asistido a una obscena ostentación de las ganancias de los bancos y los banqueros que se repartían beneficios y stock options” sin pudor y sin parar, mientras nosotros, ciudadanitos de a pie, pagábamos comisiones indecentes porque el bancario de turno nos dijera “buenos días”. Y ahora llega la crisis, y esos “pobres” banqueros están viendo como sus otrora pingües beneficios decrecen alarmantemente e incluso –dicen- tienen problemas de liquidez. Asistimos ahora al desfile de bancos en apuros en Estados Unidos y Europa –no he oído nada de las Islas Mauricio y otros paraísos fiscales- acompañados por inmobiliarias y constructoras que han amasado fortunas a costa de nuestras viviendas, derecho constitucional, con la misma habilidad con la que sus albañiles amasaban mortero.
Y ahora saltan los gobiernos, el nuestro, en concreto con que les van a insuflar aire a base de miles de millones de euros.

A ver. Esos miles de millones de euros, son míos, suyos y del señor que se está tomando un café ahí al lado. Provienen de nuestros impuestos que nadie nos ha perdonado ni un solo día y ojo como no pagues. Y ahora tenemos que salir a salvar a esa pandilla, cuya liquidez está más asegurada que la del agua marina que rodea esos paraísos fiscales. Y mientras tanto, si mi nanoempresa va mal, nadie va a salir en mi ayuda y me va a dar mi correspondiente balón de oxígeno, sino que tendré que pagar hasta el último euro, o me iré a hacerle compañía a Cachuli, pero en celda de clase turista, claro.

Que no nos engañen más, por favor. Basta ya.

miércoles, 2 de febrero de 2011

un paso adelante






Ayer estuve escuchando una entrevista que le hicieron a Luz Casal con motivo del concierto que va a dar en el Madrid Arena coincidiendo con el Día Mundial contra el Cáncer. Lo de esta mujer es increíble. No le han faltado los motivos para derrumbarse, seguramente lo haya llegado a hacer en algún momento, pero ahí sigue ella, luchando por partida doble contra el cáncer dando un paso adelante mirando al futuro, pero con taconazo. Poniendo un punto y seguido en su vida, porque la vida está llena de puntos y seguidos. Y algún que otro punto y aparte.

Sí, la vida está llena de puntos. Y cada punto es un cambio. De puntos y seguido y de punto y aparte. Punto final sólo hay uno. Cada uno va escribiendo su propia vida, igual que yo escribo ahora este texto. Frase tras frase. Fase tras fase. Y de vez en cuando cae un punto y se sigue, se da un paso adelante. Se sigue escribiendo la vida. Llena de puntos. No hay nada más infumable que un texto consistente en una frase sin puntos. Pues lo mismo.

Ya os lo comenté hace tiempo: la vida está llena de cambios. Y lo estamos viendo ahora mismo con la situación de Túnez y Egipto. El siguiente artículo de Miquel Roca i Junyent es esclarecedor, no sólo respecto a lo que está ocurriendo en Egipto (cada vez más grave) sino en nuestras propias y pequeñas vidas:

http://www.lavanguardia.es/opinion/articulos/20110201/54107954555/apoyar-el-cambio.html

Hay en él dos frases que deberíamos enmarcarnos y ponérnoslas enfrente de nuestra cama para verlas todos los días nada más despertarnos:

“el deseo de libertad y dignidad es más importante. Lo que falta por recorrer será duro, largo y difícil; pero el camino se ha iniciado y ya no hay vuelta atrás.” “Lo sensato es apoyar el cambio.”

Casi nada: libertad, dignidad, cambio. Grandes palabras todas en una frase. Además dice que será duro, largo y difícil. También son grandes palabras. Pero no debemos temerlas porque sólo hacen referencia a un momento del proceso, no al resultado de ese proceso. Los cambios suelen ser duros, a veces largos y normalmente difíciles, pero siempre, siempre son un paso adelante.

¿Seguimos andando?